Os voy a contar la historia de un cuento, que los cuentos, cuentos son.
Escuché un día de pequeña una tertulia familiar de mis padres con sus amigos; me quedé sorprendida y sin saber entender de lo que hablaban, pues mencionaban la palabra anorexia.
A mis hermanos pregunté y me respondieron que esa enfermedad era consumismo, dónde la sociedad actual no estábamos conforme con lo que tenemos, en este caso el cuerpo de mi amiga, Silvia, que era la chica de la que hablaban mis padres no se veía bien, no se gustaba, su físico cambiaba cada día más, su cuerpo no era el mismo, sólo tenía 17 años y aparentaba más edad, su madre parecía más joven que ella y tenía el doble edad.
Silvia se llevaba horas y horas detrás del televisor, comprando revistas para intentar parecerse un poco a esas chicas que salen en el mundo del espectáculo.
Silvia soñaba con ser una estrella del espectáculo y triunfar en las pasarelas; estaba tan obsesionada, que sólo comía una vez al día, y la comida que le preparaba la madre la tiraba o la vomitaba.
Ella soñaba pasear sus caderas por una pasarela, que en este caso, la llevaría al cementerio si seguía así.
De no comer, Silvia estaba anoréxica y estaba a punto de morir por intentar ser más guapa y estar más delgada, su mayor enemigo era el espejo cuando se miraba, al ver que cada día estaba peor y su mayor suerte fue su familia, su punto de apoyo que con paciencia, amor y precisión pudo salir de ese pozo sin fondo y oscuro.
Con el paso del tiempo, Silvia comprendió que ante todo, toda persona tiene su encanto, bien sea físicamente o en su interior; Esa es la riqueza de la persona.
La anorexia es un problema que ocurre actualmente en diversos casos y es totalmente psicológico.
Este cuento lo quiero dedicar a esas niñas que perdieron sus vidas en el terremoto de Haití que por circunstancias no fueron chicas diez, ya que, otras en cambio no eligen su destino ni tienen enfermedades como la anorexia,pero si estos catástrofes que ocurren en determinados países.
martes, 9 de febrero de 2010
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